En pocas páginas y en un estilo fácil, sobrio, sencillo y moderno, surge la figura del gran santo Ignacio de Loyola. Como todo buen biógrafo, el autor se identifica y compenetra con su personaje. En esta forma nos da su propia imagen de él, pero sin deformar el verdadero retrato de Ignacio, basado en las mejores biografías anteriores y en las fuentes originales. Del enorme acervo de datos que recogió, sólo ha seleccionado y con mucha habilidad los más significativos. El modo como entreteje los temas de cada capítulo despierta un interés especial en la lectura y provoca cierto suspenso, que queda satisfecho al final. Otro gran acierto ha sido el ahorrarnos el aparato crítico, apelando a su honestidad científica.
