La región que de Culhuacán se extiende hasta Amecameca presenta varios puntos distintivos que la hacen digna de estudio: la preeminencia de sus ciudades en el siglo XVI y su resistencia a la Conquista; la posesión del mayor número de crónicas, entre las que destaca el rigor de las Relaciones originales de Chimalpahin; la poesía nahua de esta zona, la más bella de que tengamos conocimiento, y el hecho de que constituya el lugar obligado de paso hacia los centros del sur. La investigación resumida en esta obra pone en evidencia que no se trata de una simple ampliación de Teotihuacán, sino que nos encontramos ante comunidades distintas entre sí pero unidas por una misma visión del mundo, pues el modelo que de la fase arcaica pasa a la preclásica, ya productora de la Ciudad de los Dioses, es común a todos los lugares en los que se realizaron exploraciones e igualmente a muchos de los que sobrepasan los límites de la Meseta Central, tanto al sur como al este.

Las crónicas que nos hablan de las ciudades que forman el complejo urbano de la zona de la región de los lagos desde Xochimilco, Tláhuac, Míxquic y El Xico hasta la ribereña Chalco y las más alejadas Tlalmanalco y Amecameca, que recibían las aguas de las canalizaciones del lago así como de los ríos que descendían de los volcanes , cuyo análisis se hace a lo largo de la primera parte del libro, son reexaminadas a través de los materiales producto de las excavaciones realizadas en dichas poblaciones y que permitieron reconstruir un esbozo de continuidad milenaria de la Meseta Central. La segunda parte nos da, así, una síntesis que pone de manifiesto la similitud y las diferencias que marcan la evolución económica y urbanística de esta civilización lacustre y que permite captar con mayor nitidez el conjunto histórico tanto en función de los hechos como en función de las ideas.