“Escucho ruidos de la máquina. El aire frío entra por mi nariz todo el tiempo. Necesito saber para qué sirven todos estos cables. ¿Por qué hay tantos? ¿Por qué la música −pi, pi, pi−, suena siempre? Necesito saber muchas cosas.”
Cuando Michael Josch nació, hace veintidós años, llevaba veinticinco semanas de gestación, pesaba setecientos setenta gramos y medía treinta centímetros. Con el pulso constante de los monitores como una suerte de música de fondo, este libro recrea una voz que sólo es posible en la ficción: la de un cincomesino en la incubadora.
Siguiendo la huella de una cicatriz que surca su espalda, el autor hace el ejercicio de volver atrás en el tiempo para convertirse en detective de sí mismo. Pregunta, investiga, habla con especialistas, acude a las salas de neonatología de los hospitales. Sin golpes bajos y con toques de humor, relata la tensión entre la vida y la muerte, los avances y retrocesos, los infinitos matices que encierra la condición de “estable”, la presencia siempre en vilo de los padres, el rol de médicos y enfermeras.
Esta emocionante novela autobiográfica reconstruye la crónica íntima de su supervivencia y deja flotando en el aire algunas preguntas. ¿Se deja alguna vez de ser un prematuro? ¿En qué lugar de la memoria se almacenan esos hechos dramáticos? ¿Qué queda en el adulto de aquel frágil bebé?