A Julio Álvarez, estudiante de fisioterapia y masajista ocasional, le ofrecen dar clases particulares de francés, idioma que domina. Animado, pues está sin blanca, acude a una de las ricas mansiones de las afueras de la ciudad donde su dueña, una hermosa señora, le pone al tanto: desea que su hija curse Commerce en Francia y, para ello, necesita hablarlo con soltura. Esa misma tarde, en un primer contacto con la chica, Julio la recuerda de su paso por el Instituto: una gordita acomplejada a la que llegó a socorrer. Sigue, como su madre, estando rolliza, pero no es la reprimida de entonces, todo lo contrario. Por lo que, tras un primer repaso a la lengua de Molière, acaban practicando le français au lit. No queda ahí, pues igual la madre, al tanto de sus estudios y habilidad, se presta a que alivie su dolido cuello. El masaje aporta otras complacencias y la señora, deslumbrada tanto por su pericia como por el lenguaje afectado y seudo científico que Julio se gasta con ella su jeta y cultivo autodidacta se lo permite , le extiende un primer y sustancioso cheque. Anticipo de otras gabelas y sentimientos que le irán llegando y darán un vuelco a su vida, confundiéndole. El libro se alimenta tanto del frenesí sexual que mantiene con la familia, incluida la sirvienta oriental, como de otras chocantes historias eróticas que, como preposiciones deshonestas, encadenan una intriga aberrante que afecta al secreto familiar y Julio descubre. Aun así, no se trata de uno de esos libros a leer con una mano , sino con las dos y de forma deliciosa, pues no es la crápula lascivia sino el sexo el que lo anega; sexo desbordado, sí, pero ocurrente, tierno, con glamour, romántico e incluso trágico.