«La felicidad es un concepto difícil de definir, muy complicado de alcanzar y quizá imposible de conservar indefinidamente. Pero es la aspiración más profunda del ser humano. La dimensión del hombre es individual. Cada persona es un proyecto de vida, un universo complejo, un milagro irrepetible y autónomo. El ser humano nace para vivir. Y desde el momento en que existen muchos seres humanos habitando el mismo espacio, nacen para con... vivir. Esa convivencia tiene que estar regulada por reglas y convenciones que garanticen la conducta adecuada de todos, en un marco de respeto a las libertades. Pero tanto en la dimensión individual como en la colectiva, lo que perseguimos es, en esencia, la felicidad. Y lo que tiene que garantizar el poder que emana de cada uno de los individuos que viven y conviven, el poder que se representa en los gobiernos que ellos eligen, es precisamente los medios para conseguirla. Nuestra mayor obligación, por lo tanto, es trabajar para que los canarios consigan el marco adecuado para acercarse a la felicidad, a ese estado de tranquila alegría en que el ser humano se instala cuando sus principales objetivos se van cumpliendo». Adán Martín, en su discurso de investidura, el 3 de julio de 2003.