Cuando tenemos la capacidad de llamarle mal al mal, cuando vemos a los demás más allá de lo negativo, vamos perdonando y siendo personas diferentes. Dejamos de ser víctimas y pasamos a ser poderosos y amorosos co-creadores de nuestra realidad. El perdón nos enseña que podemos estar en desacuerdo con alguien sin retirarle nuestro cariño. Es un estilo de vida en cuanto que puedo reconocer que he hecho daño a otros y que otros me han dañado. El perdón aumenta mi comprensión hacia la fragilidad humana. Es ver las heridas como posibilidad para crecer en amor a los demás. Es dejar de ser el juez del mundo.
