La mayoría de las organizaciones tienen un doble discurso en cuanto a la gestión de personas: uno público y manifiesto, y otro privado y latente. El primero es el habitual de puertas afuera y declara que lo más importante son las personas. El segundo, del que no se hace publicidad, es el que se lleva a la práctica cuando los resultados empresariales no son los esperados y se prescinde de los mejores colaboradores para salvar la cuenta de resultados.
En realidad, tal y como defiende José Manuel Casado en El mantra del talento, la peor decisión que puede tomar una empresa es despedir a sus empleados más cualificados. Para ello analiza las empresas que desarrollan una política adecuada de gestión de personas -las que basan sus decisiones pensando tanto en las personas como en la empresa-, y que, como contrapartida, obtienen los mejores resultados empresariales, llegando incluso a mejorar los de su competencia. Ambos objetivos –personas y cuenta de resultados- son perfectamente compatibles si sabemos gestionarlos correctamente.