¿Hay algo más excitante que un primer libro para un escritor inédito? Uno espera que todo esté allí, que todo lo que llevamos dentro quede plasmado en esas páginas que nos huelen a gloria, a comienzo de camino. Podemos imaginar el primer ejemplar saliendo calentito de la imprenta, con ese olor a papel y a tinta que es como una bendición. Aún recuerdo mi primer libro, lo que es muy normal porque no hace ni un año que se publicó. Recuerdo los nervios que me recorrían el cuerpo mientras iba andando hacia la imprenta. Pensaba en los posibles fallos que pudiera tener, en si habría acertado con el orden de los cuentos, si la portada sería atractiva, y más sensaciones que se hacen indescriptibles. Supongo que Yago sentirá algo parecido. La metáfora es manida ya, pero no por ello deja de ser acertada: es lo más parecido a un parto que un hombre puede experimentar. En este caso ha salido niño, o mejor dicho, niños, seis en concreto. Y parece que todos son del mismo padre.