"Era solo un crio, jugaba con otros niños, por la esquina de la calle del pueblo donde vivía apareció un hombre bajito y algo grueso, los demás niños corrían y decían que les ponía pinchazos, pero que miedo cuando entro en mi casa, mi hermano y yo nos encerramos en el cuarto de baño, esperamos encerrados un buen rato hasta que por fin se fue, sí era Don Manuel, el practicante, luego nos enteramos que había puesto una inyección a mi abuelo, en los próximos días continuó Don Manuel poniendo inyecciones a mi abuelo, hervía en agua una jeringa de cristal y las agujas de metal. Ahora, treinta y tantos años después, soy yo el que va entrando en las casas, para asistir pacientes y con toda seguridad, asustando a los niños con los pinchazos."