Juan Sánchez Gilabert
La escuela se había quedado vacía, sólo ella, ocupando el primer pupitre, y yo en la cuarta fila, bueno en la última, pues la escuela no daba para más. Ella se levantó, me miró sonriente y vino hacia mí contoneando su maravilloso cuerpo. Sin perder su sonrisa, se sentó a mi lado y con su brazo (...)