In articulo mortis: “Dina cerró los ojos. Le estallaban las sienes.
—Dina, hijita mía…, me encuentro en un callejón sin salida. Debo más de trescientas mil libras. ¿Sabes lo que eso supone? El descrédito. Soy un hombre honrado. He jugado demasiado. He fallado. Te aseguro que en otra jugada, si es que tengo la ocasión de efectuarla, te haré millonaria…
—Papá…
—Álex te ama. ¿Lo has olvidado ya? Recuerdo cuando te lo dijo hace seis meses. Aún vivía con nosotros. Él nunca quiso irse de nuestro lado.
—Papá, no sigas —exclamó Dina perdiendo la paciencia—. No me casaré nunca con Álex, aunque sepa que se muere después de decir el sí.”