Condicionado por su origen aristocrático e imbuido de los emergentes ideales del ascetismo cristiano, el hispano Prudencio (ca. 348- 415) asienta en su obra poética la conformación ideológica de una nueva identidad cultural heredera de la tradición clásica y, al mismo tiempo, impulsora de los principios de la doctrina católica. De la elegancia que destilan sus versos trasciende una novedosa ideología política que pretende crear y perpetuar un nuevo concepto de Romanitas caracterizado por una particular fusión providencialista entre la antigua herencia romana y la nueva creencia cristiana. Era necesario, pues, vincular la historia romana a la historia sagrada con el fin de crear, a partir de la llegada de Cristo, un común deambular de la humanidad dentro de la «historia de la Salvación». El Imperio romano, al frente del cual se encaramaba ahora la imponente figura del emperador cristiano (personificada en su época por Teodosio), se convertía así en el vehículo idóneo para la difusión universal y la defensa a ultranza de la creencia cristiana frente a los «enemigos de la fe», y la Iglesia se erigía en el Verus Israel depositario de todas las promesas bíblicas en detrimento de un derrotado judaísmo. Fuera de la Catholica Ecclesia y, por tanto, de la Romanitas, el pueblo judío, asimilado ya a los bárbaros, será definitivamente desheredado por sus innumerables pecados y abruptamente expulsado de la «historia de la Salvación» para continuar sufriendo el castigo divino que aún pesaba sobre él, vagando hasta el fin de los tiempos en tierra ajena.