Los estudios señalan que la riqueza como meta de vida lleva al vacío emocional. Para combatirlo, se erige a la felicidad como fin último; sin embargo, eso produce paradójicamente más infelicidad.
Y es que la felicidad no es un fin, sino una emoción que denota el desarrollo de la persona; y la infelicidad, su contraparte, una que alerta de situaciones que la amenazan.
Por ello, concebir la felicidad como fin último es la gran estafa, pues nos lleva a descuidar lo esencial y buscar emociones positivas porque sí que son poco duraderas y aumentan el vacío existencial.
Los estudios realizados por el autor alrededor del mundo demuestran que la felicidad no se encuentra en la sociedad de la carita feliz, sino que es alcanzada por personas de cualquier condición que aceptan amablemente lo que les tocó vivir, se adaptan a su entorno y salen adelante.