Sobre el escritorio de Juan Pablo II descansaba una única imagen: María de Guadalupe, que se apareció en el año 1531, en México, al amerindio Juan Diego, a quien se reveló como la Virgen María y le dejó (como testamento) su imagen grabada en su tilma o poncho.
Conocí a una linda Morenita y la quise mucho. Por las tardes iba yo enamorado y cariñoso a verla. Al contemplar sus ojos, mi pasión crecía. Ay Morena, Morenita mía no te olvidaré. Hay un amor muy grande…
(Citado en el último libro de Juan Pablo II).
En su palpitante reportaje, Paul Badde narra la fantástica historia de esta aparición, que ha cambiado la historia del mundo y que, sin embargo, en Europa continúa en gran parte desconocida. Sin este enigmático evento no se puede explicar por qué los habitantes de Centro y Sudamérica, en un lapso mínimo, se incorporaron al cristianismo.
Fue María de Guadalupe quien integró todo un continente a la cultura occidental.