Estoy verdaderamente harto. La verdad es que ya no aguanto más. Ya se que desde luego no debo parecer muy optimista a los ojos de los demás, pero la vida es una mierda. Así de claro, la vida es una puñetera mierda. Vives la vida que se te ha dado por vivir. Muy en el fondo, la verdad es que todos somos unos puñeteros conformistas. Y el único futuro que tenemos todos, sin excepción, es la muerte. Ah, bueno, pero primero hay que llegar a viejo. Sí señor, cuando te quieres dar cuenta eres un viejo lleno de achaques y enfermedades. Da igual que te hayas cuidado como un poseso cuando aún eres joven; la vejez nos trata a todos por igual: como a una mierda. Y un mal día llega tu hora, tu maldita hora en que la palmas y se acabó todo, todo, todo. Y miras hacia atrás, a tus logros, y te das cuenta de que en realidad no has hecho nada fuera de lo común. Rutina, esa es la palabra clave, la asquerosa palabra que llena mi vida y la de todos, ¿no? Diferentes rutinas, diferentes mierdas. No hay nada fuera de lo común en tu vida, es más, en tu funeral sólo cuatro llorarán tu muerte y al cabo del tiempo, poco tiempo en mi caso, nadie se acordará de ti, habrás pasado a la historia común.