A Gregorio Duque le gusta investigar sobre su barrio, sobre su ciudad, sobre su isla. Es así como encontró textos, escuchó historias, o vivió personalmente hechos que el autor nos da a conocer en estos pequeños homenajes . El Santa Cruz de 1837 se mezcla así con proyectos municipales en el Puerto de la Cruz, con policías e intelectuales de los años cincuenta, con jóvenes de los setenta o el alzheimer de todas las épocas. La relación de un niño y un guarda en el parque García Sanabria, con una estudiante de medicina madrileña que recala en el sur de la isla, con la indignación de un funcionario o con la esposa engañada de un constructor.
Homenajes a hechos, situaciones y lugares; pero por encima de todo a personas que, de una u otra manera, por un instante o durante toda su vida, tuvieron que luchar por una convicción, o por todas ellas.