Yo fui el último miembro de mi larga familia que emigró desde Colombia a Estados Unidos. Fue al comienzo de la estación invernal de 1968, cuando llegué a Nueva York con mis dos pequeños hijos, uno de tres y el otro de cinco años. Mi esposa, que había viajado meses antes, residía en el condado de Queens en casa de mi madre. Ella, nos esperaba con dos de mis hermanos en el aeropuerto internacional Kennedy, que en los años 50 s yo había conocido con el nombre de, Idlewild. De igual modo que no hay nada oculto, nada permanece igual o estático, porque todo cambia. Luego de seis décadas transcurridas dentro de los siglos XX al XXI, todo aquello que describo en mis memorias, aquello que estuvo conmigo desde mi niñez, ya no está más ahí sin haberse mudado, porque todo ha cambiado, o ha evolucionado o ha desaparecido por completo. Los lugares y las personas mencionadas, inexorablemente han debido cambiar por la edad, o el paso del tiempo, que todo lo borra o lo destruye, al perecer. Solo quedan rescoldos de un pasado ignoto y ya casi olvidado. Sin embargo, todo lo vivido queda plasmado en esta pequeña historia hilvanada y corregida, para hacerla menos aburrida, desde que la inicié, hace ya más de siete años, en 2005. Hoy, al terminar esta mi última frase, solo me queda esperar esta vez sedentario, a que más de un lector, encuentre algo interesante en ella. Jorge Hernel Rodriguez-Urquijo