Del corazón brotan las convicciones más profundas de nuestra vida; de él surge aquella paz que el mundo no puede dar . Es en el corazón donde se va fraguando la libertad que no se sujeta a ningún ídolo, sino aquella que se realiza en el amor y la justicia. Por ello es necesario, no sólo tratar de comprender lo que Jesús nos dice, sino también de ver cuál es y ha sido la reacción de nuestros sentimientos. De este modo, es el corazón con el que pretendemos orar el centro de la persona, en donde se reúnen inteligencia, voluntad y sentimiento; y si bien el corazón tiene algo más o menos de cristiano, es necesario que se vaya llenando del Espíritu de Jesús.