Durante el verano de 1988, estaría por suceder el gran acontecimiento, con el cual, daría inicio a la aventura más grande y extraordinaria que he tenido en toda mi vida. Cinco largos meses (al menos desde la perspectiva de un adolescente), son los que tendría que esperar para asistir por primera ocasión a un Campamento de Verano. Antes que esto sucediera, recuerdo que prácticamente durante toda mi niñez y una parte de mi adolescencia; que mis vacaciones durante el verano, consistían básicamente en irme con mi familia por una semana a la playa; y el resto era destinado en su totalidad para pasarla con mis amigos jugando todo el día, mientras se llegaba el momento que éstas terminaran, y entonces, regresar nuevamente a la escuela.