Antonio Arroyo va dejándonos secuencias que en realidad son fragmentos de la memoria, del bosque, del mar, de las aves, de los recuerdos de la madre cuando hablaba con las plantas.
A través de distintos movimientos, juntando diversas yuxtaposiciones, va armando la composición global. Por eso en este libro quizá hay varios libros, de la misma forma que en una composición musical hay diversas partes que se complementan. Al final lo que cuenta es la forma de evitar el yo, consiguiendo que el todo hable por sí mismo. En la pieza coral cada cosa está en su sitio, y lo que manda es la fusión.