En una remota universidad africana un curioso profesor descubre un diario insólito, escrito por el habitante de una isla que no existe y cuyo nombre es Ulat. Ulat es una isla perdida en mitad del océano, sus habitantes (miles, quizá millones) ignoran la existencia de la humanidad y son ignorados por ésta. Los ulatienses no creen en Dios, utilizan a Dios para explicar su inexplicable mundo; no tienen ejército, porque no tienen enemigos, excepto ellos mismos; y no creen en la justicia, porque saben que todos somos culpables. Las otras ficciones que habitan este libro giran alrededor de la muerte, de esa enfermedad llamada literatura y de ese sonriente cuchillo que es la ironía. Entre esas ficciones está «Mole Carlsen», protagonizado por un traidor, por un enemigo de su propio oficio, que es el oficio de escribir; está «La isla de los muertos», donde alguien prefiere vivir una muerte ficticia a sobrevivir en una realidad desoladora; está «El señor Leko», donde un hombre cuyo negocio es la muerte sufre la perplejidad de conocer a un inmortal; o «La escalera», ésa que todos deseamos ascender para llegar muy lejos, aunque nuestro destino no sea otro que la caída.