En los años 1860, 1861, 1862 1864 y 1867, mientras la Sociedad Espírita de Paris entraba en receso, Allan Kardec se dedicó a visitar, en beneficio del Espiritismo, algunas ciudades del interior de Francia y Bélgica. De acuerdo con sus propias palabras, esos viajes tenían un doble objetivo: dar instrucciones dónde estás fuesen necesarias e, al mismo tiempo, instruirnos. Queríamos ver las cosas con nuestros propios ojos, para juzgar el estado real de la Doctrina y la manera en que esta es comprendida; estudiar las cusas locales favorables o desfavorables para su progreso, conocer las opiniones, apreciar los efectos de la oposición y de la crítica y conocer el juicio que se hace de ciertas obras. Sobre todo, estábamos deseosos de apretar la mano de nuestros hermanos espíritas y de transmitirles personalmente nuestra sincera y viva simpatía, retribuyendo las pruebas conmovedoras de amistad que nos ofrecen en sus cartas . Es la historia viva del Espiritismo naciente, de las primeras bases del Movimiento Espírita en suelo Europeo, en aquellos tiempos difíciles del siglo XIX